Finlay era, sobre todas las cosas, un humanista

De impactante presentación sobre el quehacer científico del sabio cubano que descubrió al agente trasmisor de la fiebre amarilla, puede calificarse al documental Carlos Juan Finlay, el Nobel que no pudo ser, de la realizadora Bárbara Dieguez Ruiz, de Mundo Latino.

La producción, que competirá en la Segunda Muestra Internacional del Audiovisual en Ciencias de la Salud, en mayo venidero, hace un minucioso recorrido histórico del Benefactor de la Humanidad, en la cual se incluyen imprescindibles imágenes que abarcan toda su vida.

El documental expone, con numerosos detalles, la paciente, constante y efectiva acción de Finlay para descubrir al agente trasmisor de la fiebre amarilla, aunque igualmente adiciona su trascendente labor en otras áreas de la Medicina como la Clínica y la Oftalmología.

No falta el memorable hecho acontecido el 14 de agosto de 1881, en la Real Academia de Ciencias Físicas y Naurales de La Habana, donde muestra su teoría relacionada con la probabilidad de que un mosquito sea el agente trasmisor del terrible mal.

En la obra también se aprecia su encuentro con la comisión estadounidense, que tras fracasar en las pesquisas ejecutadas sobre la citada enfermedad en los años iniciales del pasado siglo, no tiene otra alternativa que visitar a Finlay en su domicilio de Aguacate no. 110, en La Habana.

Allí, en un gesto de total desprendimiento y lejos de cualquier ambición personal, ofrece a los estadounidenses, liderados por Walter Reed, el resultado de sus indagaciones vinculadas con la letal afección.

El audiovisual también muestra otros singulares momentos del legado Finlaísta como es su desempeño en la Secretaría de Sanidad en el primer gobierno republicano de Cuba en 1902, la creación de un reglamento de medidas sanitarias y su afición por la práctica de la esgrima y el ajedrez. 

Aborda cómo a pesar de sus incuestionables aportes para el desarrollo científico a escala mundial nunca fue considerado para poseer la condición de premio Nobel. Sin embargo, prestigiosas instituciones internacionales sí avalaron su trayectoria investigativa y científica y le concedieron importantes condecoraciones. Igualmente lo colocaron junto a imperecederas personalidades como Koch y Pasteur.

Más allá de su indiscutible descubrimiento-estableció la trasmisión de una mortífera enfermedad a través de un vector- Finlay era, sobre todas las cosas, un humanista, que dedicó todos sus empeños en favor de sus compatriotas y de otras personas en el mundo. (JNM)